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Homilías de cuatro minutos

Homilías de cuatro minutos

著者: Joseph Pich
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Homilías cortas del domingo© 2025 Homilías de cuatro minutos キリスト教 スピリチュアリティ 聖職・福音主義
エピソード
  • 24 Domingo C Parábolas de la oveja y la moneda perdida
    2025/09/11

    Parábolas de la oveja y la moneda perdida

    Jesús atraía a los pecadores y los fariseos se quejaban de ello. Los pecadores seguimos a Jesús porque nos ofrece una oportunidad de dejar detrás nuestra vida pasada. Lo necesitamos; sin él no somos nada. Cuanto más débiles nos vemos, más nos atrae Jesús. Como un imán, que cuanto más cerca está del hierro, más difícil es separarlo. Nuestro mundo ha perdido el sentido del pecado y así ha perdido la atracción hacia Dios. Nuestra sociedad se mueve alrededor de si misma sin una fuerza gravitacional que la estabilice, como la luna, que, si no se moviera alrededor de la tierra, sería destruida por el sol. La falta de Dios es como un agujero negro que chupa todo dentro de un vacío sin nada.

    Esta queja de los fariseos dio a Jesús la oportunidad para darnos esas parábolas de la misericordia de Dios. En el mundo roto que vivimos, el perdón de Dios es muy importante. Cuando le preguntaron a Juan Pablo II que es lo que le había impresionado más de Dios contestó: “su infinita misericordia.” Dios dijo a Santa Catalina de Siena: “La misericordia es el atributo que más prefiero. Por el amor incomprensible que siento por el hombre, envié a la Palabra, mi único Hijo. Es como un puente entre el cielo y la tierra, uniendo ambas naturalezas, la divina y la humana.”

    Se podría describir el Pontificado de Francisco con una palabra: misericordia. Declaró el 2015 como año de la misericordia. Escribió un libro titulado: El nombre de Dios es Misericordia. Dice que la misericordia es el primer atributo de Dios. Nos recuerda “que no hay situaciones de las que no podemos salir, no estamos condenados a unas arenas movedizas. Dios no quiere que nadie se pierda. Su misericordia es infinitamente más grande que nuestros pecados.” Santa Teresita del Niño Jesús encontró una debilidad en Dios: “Es ciego e ignora las matemáticas. No sabe sumar.”

    Hoy Jesús nos da dos parábolas muy similares. Ambas representan las mismas acciones: perder, buscar, encontrar y alegrarse. Esta es nuestra historia: perdiéndonos constantemente, Dios saliendo en nuestra búsqueda, encontrándonos si le dejamos, devolviéndonos al redil, regocijándose con los ángeles y santos, y elevándonos a un nivel superior. Cada vez que nos encuentra, en vez de castigarnos, nos trae más cerca de él. Dios utiliza nuestros pecados para levantarnos, enriquecernos y cubrir nuestra desnudez con sus gracias.

    Cada parábola acentúa un aspecto diferente. En la oveja perdida, Jesús aparece como el Buen Pastor, que nos lleva en sus hombros. Es la representación más antigua que tenemos de él en las catacumbas. Nos enseña que está dispuesto a dejar las otras 99 ovejas para encontrarnos. Jesús no se desanima nunca. Dale la alegría de encontrarte. Sólo si tu no quieres, no podrá devolverte al rebaño. La parábola de la moneda perdida nos muestra la importancia de nuestra alma. Somos únicos a los ojos de Dios. De la misma manera que las monedas antiguas representaban la imagen del emperador, así tenemos grabada la imagen de Dios en nuestra alma. Deberíamos mantenerla limpia y reluciente.

    josephpich@gmail.com

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  • 23 Domingo C Condiciones para seguir a Jesús
    2025/09/05

    Condiciones para seguir a Jesús

    Hoy en el evangelio Jesús se pone serio. Mira a la gente que le sigue y se da cuenta que muchos de ellos están ahí por razones humanas. Le seguían porque querían ver milagros, ser alimentados con unos buenos bocadillos de pan y pez, porque hablaba muy bien, porque se metía con los fariseos, defendía a los pobres, o porque se podía convertir en un líder político. Lo mismo ocurre con nosotros. Le seguimos porque nos encontramos bien, porque es lo que hay que hacer o por lo que los demás dirán de nosotros. Jesús emplea un lenguaje fuerte: para amarle hay que odiar todo lo demás. Algunos autores tratan de suavizar su expresión, pero Jesús quería subrayar este punto: o estamos con él o contra él.

    Lo que dice hoy tiene relación con él y con nosotros. Otras religiones tienen mensajes diferentes. La mayoría de los líderes religiosos, Buda, Mahoma, Confucio o Lutero, nos dieron unas ideas para seguir, una doctrina para creer, pero no nos pidieron que los amaramos. Solo Jesús exige un amor total. Su reivindicación es muy fuerte, una que no permite medias tintas: sino me amas más que a todas las demás cosas, no puedes ser mi discípulo. Jesús, o está en la verdad, o está loco; o es el Hijo de Dios, o es un charlatán.

    Ante lo que dice, debemos hacer una elección. Si es verdad lo que dice, todo lo demás debería pasar a un segundo plano. Y sabemos que es verdad lo que enseña. Hemos sido creados para él, y hemos experimentado que, sólo siguiéndole, somos verdaderamente felices, que él es el único que puede llenar los deseos de nuestra alma. Para ponerle en primer lugar, tenemos que reconocer que hay entre Jesús y nosotros. No es fácil ser sinceros. Hay cosas en nuestras vidas que no pertenecen a Jesús, y poco a poco, a través de un examen de conciencia, deberíamos descubrirlas y traerlas a Jesús, o si hace falta, desembarazarnos de ellas. Deberíamos rechazar todo lo que no nos deja acercarnos al Señor.

    Tenemos los ejemplos de los santos, que consiguieron vencer la guerra contra ellos mismos. San Francisco de Asís dependía mucho de su padre; le devolvió todo, hasta sus vestidos, quedándose desnudo en frente de todo el mundo. Santo Tomas de Aquino tuvo que luchar contra su familia que no quería que fuera dominico; lo encerraron en un castillo por un año hasta que pudo escapar. Santa Catalina de Siena no quería casarse con el marido que su madre había preparado para ella; se cortó su preciosa cabellera y el futuro marido no quiso casarse con una mujer pelada. San Antonio vendió todas las posesiones que tenía cuando murieron sus padres; estaba apegado a ellas, y gracias a su generosidad se convirtió en el padre de los padres del desierto. San Maximiliano Kolbe cambió su lugar por otro que iba a ser ejecutado en Auschwitz; dio su ida por él, como hizo Jesús con nosotros.

    No hace falta que lleguemos a estos extremos, pero si que hay cosas en nuestras vidas que no perteneces a Jesús. Le pedimos a nuestra madre Santa María que nos ayude a quitárnoslas de encima.

    josephpich@gmail.com

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  • 22 Domingo C Parábola de los primeros lugares
    2025/08/27

    La parábola de los primeros lugares

    Hoy vemos a Jesús comiendo en casa de un fariseo. Aprovecha las comidas para hablar con la gente y transmitir sus enseñanzas. Es importante sentarse a la mesa con nuestros familiares y amigos para pasar el tiempo juntos. Hoy en día la gente gasta el tiempo principalmente con sus pantallas, en vez de relacionarse con otros. Jesús aprovecha esos momentos para dar lecciones, en este caso una lección de humildad. Se dio cuenta de cómo la gente tomaba los mejores sitios y nos transmitió una parábola.

    La lección de hoy es muy práctica. Sus apóstoles vieron con sus propios ojos lo que les intentaba transmitir. Es normal que cuando vamos al cine a ver una película, a un estadio para asistir a un partido, o a un concierto de música, busquemos los mejores sitios para oír y para ver mejor. A Jesús le preocupaba más nuestra soberbia, que nos empuja a intentar ser los primeros. Ese fue el pecado de nuestros primeros padres, Adán y Eva, que se pusieron delante de Dios. Dicen que nuestra soberbia muere 24 horas después de muertos.

    En los antiguos libros de Teología Moral, los autores solían dibujar un edificio espiritual. Cada uno tenía sus teorías y diseñaba el edificio a su manera, con las puertas de la fe, esperanza y caridad, con las ventanas de las cuatro virtudes cardinales, las habitaciones de los siete dones del Espíritu Santo, y demás elementos. Todos ellos ponían como fundamento del edificio la humildad. Sin ella, toda la estructura espiritual se viene abajo. Sin humildad, antes o después el edificio se desmorona o se derrumba.

    Debemos reconocer que somos soberbios y que normalmente nos ponemos nosotros delante de Dios y de los demás. Es difícil aceptar nuestra nada. Es más fácil hacerlo si nos comparamos con Dios: él lo es todo y nosotros somos nada. Todo lo que tenemos viene de él. Solo tenemos nuestros buenos deseos y nuestros pecados. Si vemos a Dios como Padre, es más fácil vernos a nosotros como niños.

    Un joven fue a ver a un hombre santo y le preguntó cómo llegar a ser humildes: “Encuentra a alguien que sea más humilde que tú y haz algo por él.” Se fue, encontró un mendigo y lo invitó a comer. Se sintió mejor y se fue a ver al santo: “¿Soy ahora humilde?” El hombre santo respondió: “No, encuentra otra persona más humilde que tú y haz algo por él.” El joven se enfadó y le preguntó: “¿Cuántas veces tengo que hacerlo? ¿100 veces?” “Hasta que no encuentres nadie más humilde que tú.” Alguien dijo que Jesús tomó el último lugar en la tierra y nadie se lo puede quitar. Murió en la cruz por nosotros, un lugar reservado para los criminales. Si queremos estar más cerca de Jesús, tenemos que abajarnos a su nivel. Cuanto más bajos, más cerca. El beato Álvaro solía decir de la Virgen María: “Convencida de su pequeñez, nada la distraía de Dios.” Si hay alguien que podría ser orgullosa es ella. No hay nadie que posea más talentos y cualidades. Gente con muchas perfecciones viven en un pedestal y nos miran desde arriba hacia abajo. Con nuestra madre, pasa lo contrario; no hay nadie más accesible que ella. Porque no hay nada que la separe de Dios.

    josephpich@gmail.com

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