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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

著者: Juan David Betancur Fernandez
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このコンテンツについて

Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.© 2025 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda 世界 文学・フィクション 社会科学
エピソード
  • 691. Maerla y las Hadas
    2025/09/14

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com


    Habia una vez en las tierras altas de lo que hoy es escocia una anciana llamada Maerla. Maerla tenía su hogar en las montanas donde el manto de las nieblas se posaba y donde las gotas de rocio brillaban con la luz del sol sobre el pasto verde. Maerla había construido su casa de piedra cerca a un bosque que le ofrecia la madera para calentar su hogar. De maerla se decía que hablaba con los cuervos , que sabía leer el viento para descubrir cuando se acercaban las tormentas y que era capaz de hablar con el alma de los arboles del bosque.

    De una tormenta de nieve venia la mayor tristeza de Maerla. Su hijo Eoin se había perdido entre las montanas durante una de estas tormentas y Maerla no había podido superar su pena.Desde ese amargo día ella salia de noche sola hasta llegar al circulo de las piedras susurrante. Estas era un claro entre los robles centenarios donde grandes rocas antiguas de origen desconocido se presentaban erguidas formando un circulo perfecto.

    Allí en aquella desolación y rodeada por el susurro de aquellos monolitos, Maerla se sentaba en la piedra central llamada la piedra del eco. Allí sus pensamientos se convertían en recuerdos de su hijo perdido.

    Una noche de luna nueva, cuando el cielo parecía un lago oscuro salpicado de estrellas, Maerla lloró como nunca antes. Su dolor era tan profundo que la piedra sobre la que estaba sentada comenzó a brillar con una luz azulada, como si absorbiera su pena. De repente El viento se detuvo. Los árboles se inclinaron. Y de la piedra surgieron pequeñas figuras luminosas, flotando como polvo de estrellas.

    Eran las hadas.

    Tenían alas de helecho, ojos como gotas de rocío, y sus voces eran como campanas lejanas. Algunas eran tan pequeñas como una semilla de cardo, otras del tamaño de una mariposa. Había llegado allí atraídas por el dolor de una madre.

    Las hadas hablaron en un idioma que no era de palabras, sino de emociones. Le mostraron imágenes: bosques que cantaban, lagos que curaban, piedras que recordaban. Le ofrecieron un pacto:

    “Tu pena nos ha llamado a este mundo desde nuestro mundo en lo profundo de la tierra. Desde ahora, cuidaremos este bosque. Pero los humanos deberán respetarlo. No cortar sin pedir permiso a la madre tierra . No tomar sin agradecer antes a los seres de los bosques.

    Maerla aceptó. Y desde entonces, las hadas se ocultaron en los reflejos del agua, en los círculos de hongos, en los suspiros del viento. Solo los que han perdido algo muy querido pueden verlas, porque solo el dolor verdadero revela su presencia.

    Maerla vivió muchos años más. Se convirtió en guardiana del bosque, en narradora de lo invisible. Enseñó a los niños a dejar ofrendas: leche en cuencos de piedra, pétalos sobre los troncos, canciones al amanecer. Cuando murió, su cuerpo fue enterrado bajo la piedra central, y se dice que cada vez que alguien llora allí con sinceridad, una nueva hada nace.

    Hoy, en los bosques de Escocia, algunos aún dejan flores en los claros, no por superstición, sino por memoria. Porque saben que las hadas no piden adoración, sino respeto. Que cada piedra puede ser una puerta, y cada sombra, una promesa.

    Pero más importante aún las hadas representa la esperanza de que todos los dolores que se llevan en el alma están siendo resguardados en el bosque para que poco a poco a poco el alma se recupere y queden como un recuerdo lejano dando paso a nuevas alegrías.

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  • 690. El viajero
    2025/09/10

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Había una vez un pueblo en que que se vio un hombre caminando con siete maletas No eran maletas comunes: una parecía hecha de viento, otra de recuerdos, otra de promesas rotas, y las demás… nadie se atrevía a preguntar para no atraer sus pesadillas. Era una mañana de niebla y el hombre simplemente apartaba la niebla con sus paso lento. En aquel pueblo relojes no marcaban la hora y los caminos se curvaban llegando siempre al mismo lugar de donde había iniciado.

    Allí en el campo vacío, justo allí donde había una banca de piedra y el camino se ensanchaba, el hombre se sentó mirando hacia el horizonte como si esperara algo. A su alrededor jugaban a esconderse y a buscarse y uno de ellos se acercó a preguntarle que hacia allí. El simplemente Decía que por allí pasaría el tren en algún momento y Que lo llevaría lejos. Que tenía boletos para todos los destinos, incluso para los que no existían en sus mentes. Los niños replicaron que allí no había tren y que no había rieles de tren en aquel pueblo. El simplemente sonrio y les dijo que las vias del tren estaban bajo la hierba y que finalmente en algún momento estas despertarían.

    Los vecinos al enterarse de su presencia comenzaron a observarlo, inicialmente con reselo y después con simple curiosidad. lo miraban desde sus ventanas. Las matronas del pueblo que habían visto todo durante su vida, se compadecían de el y Le llevaban pan, café, y alguna manta cuando llovía. Pero nadie quería decirle la verdad: que en ese pueblo nunca hubo una estación, ni vías, ni trenes. Solo aquel pasto alto, grillos y el eco de las almas de aquello que alguna vez soñaron con partir del pueblo pero nunca se atrevieron. .

    Una noche cuando la luna ya había salido detrás de el bosque cercano una niña se acercó a el. Ella tenía consigo un farol hecho con luciérnagas y se quedo mirándolo con la curiosidad que solo una pequeña niña puede tener en su cara. El hombre le sonrio y luego le pregunto. Quien eres tu niña. Mi nombre es Cristina y tengo 10 años. El hombre volvió a sonreir y le pregunto. Que te gusta hacer. Ella sonrio y el dijo que le gustaba ir a la biblioteca del pueblo a recoger palabras olvidadas que encontraba en los libros viejos. El hombre solto una sonora carcajada y tomando una una de sus maletas la más pequeña se la ofrecio a la niña diciendo. Toma esta maleta te servirá en tu vida. Ella le pregunto Que hay en ella. El hombre simplemente le dijo. En ella esta tu y—Nada pero tu la llenaras con tus vida y tu historia llena de palabras.

    La niña la abrió y en ella encontró una frase que decía. Tu destino. Gracias dijo la nina y luego le pregunto A donde quiere ir usted. El la miro y con una lagrima en sus ojos de conntesto. A donde me esperen.

    Pasaron los días y lo meses y luego los años. El viajero seguía allí, más encorvado, más silencioso y más olvidado ya que su cuerpo no era más que parte del paisaje del pueblo. Las maletas se habían vuelto más ligeras y eteras. Una mañana, la banca estaba vacía. Solo quedaban las maletas, alineadas como soldados dormidos.

    Asombrados los habitantes del pueblo se preguntaban que había sucedido porque aquel hombre había partido sin despedirse, porque había dejado las maletas y algunos dijeron que a altas horas de la noche habían despertado al oír el traqueteo de un tren. Pero simplemente se volvieron a dormir.

    Todos se reunieron alrededor de aquel banco vacío donde había 6 maletas. El alcalde del pueblo dio un paso y tomando una a una las abrieron. Dentro encontraron cartas sin destinatario, mapas antiguos sin rutas marcadas y , relojes sin manecillas. Y en una de ellas, una nota escrita con tinta azul:

    “No esperen el tre

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  • 689. El farol Mágico (Infantil)
    2025/09/08

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    uan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo que estaba rodado de montañas y arboles de colores. Estos árboles no solo ofrecían un arcoíris de colores también susurraban y cantaban cuando el viento de la tarde los movía lentamente. Allí en aquel pueblo había una niña que se llamaba luna. Su madre la había nombrado así porque había nacido en luna llena y sus ojos eran grandes como ella.

    La niña había crecido en aquel pueblo y cuando ya tenía 10 años su madre le había dado permiso de explorar un poco más allá de su casa. La niña tomo a su perrita Zhitzu llamada lilo y se dirigió al bosque cercano.

    El bosque la recibió con cantos y melodías que ella desconocía pero que su perrita lilo seguía. Lilo no era una perrita cualquiera era especial. Si bien no hablaba humano si tenía su propio lenguaje que solo Luna entendía. Era capaz de expresar con pequeños sonidos lo que quería decir.

    Cuando Luna entro al bosque noto que sus boticas rojas de piedras brillantes comenzaban a producir cientos de brillos que iluminaban el camino por donde iban. Lilo por su parte saltaba y corría feliz de poder estar en un bosque lleno de olores que ella no conocía. De pronto lilo se paro y señalando una luz que salía debajo de una piedra comenzó a llamar a Luna con sus sonidos de perrita.

    Luna corrió hasta donde estaba luna y vio con sus propios ojos que había un farol de apariencia muy antigua que producía una luz suave pero que en su interior no había ninguna vela. Al estirar la mano par tocar aquella luz oyó una voz que le dijo

    Soy el farol de los deseos. Y solo los corazones buenos y puros pueden verme. Tu y tu perrita han llegado a mi gracias a sus buenos sentimientos

    Die que deseas.

    Luna sin pensarlo dijo . He soñado siempre conocer un dragón. Pero no un dragón cualquiera. Quiero que este dragón no produzca miedo con su llamarada, quiero que de su boca salgan burbujas multicolores que floten y se puedan ver en todas partes.

    Inmediatamente el farol comenzó a brillar más y más y de entre los arboles salió un bello dragón multicolor con su boca abierta y de ella miles de burbujas de colores llenaron el bosque y flotaron hasta la copa de los arboles donde se dispersaron por todo el valle. Y cientos de niños del pueblo salieron a jugar con ellas.

    Luna vio que efectivamente ese farol era mágico así que lo tomo y regresando a su casa comenzó a pensar que nuevos deseos podría pedir.

    Sin embargo cuando Luna y Lilo regresaron a su casa con el farol en su mano este dejo de brillar. Luna no entendía que era lo que sucedía y al día siguiente le pidió otro deseo al farol pero esto no encendía ni respondía a sus deseos.

    Lilo había notado igualmente que aquel farol que habían encontrado en el bosque había perdido su brillo. De pronto su cabecita de perrita tuvo una idea. El farol no debía salir del bosque. Su ambiente natural era allí debajo de los arboles y cuando Luna lo saco del bosque este perdió su magia. Debía hacerle entender a Luna que debían regresar el farol al bosque.

    Lilo comenzó a producir los sonidos que solo ella sabía producir y Luna comenzó a escucharlos hasta que vio que su perrita había cogido en su boca el farol y había corrido hasta la puerta parándose allí mientras producía esos sonidos tiernos como de marranito que ella sabía producir.

    Luna entendió que había hecho algo indebido había querido llevarse la luz a su hogar sin entender que la luz tenía su propio hogar. El bosque encantado. Debía regresarla de nuevo a aquel mágico lugar.

    Tomo la lampara, abrió la puerta y corriendo entro al bosque. Allí en el sitio exacto donde había encontrado aquel farol lo dejo. Y este inmediatamente volvió a

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