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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

著者: Juan David Betancur Fernandez
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このコンテンツについて

Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.© 2025 Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda 世界 文学・フィクション 社会科学
エピソード
  • 724. Los tres hombres misteriosos (Leyenda Mompox)
    2025/12/13

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    La Leyenda de los Tres Cristos de Mompox

    Habia una vez en pueblo a las orillas del rio magdalena en Colombia un pueblo llamado Mompox. Corría el l el siglo XVI y Santa Cruz de Mompox se erige majestuosa como una pujante comunidad comercial donde los barcos que surcaban el rio tenían que parar a descansar o a entregar las mercancías que llevaban. siendo puerto obligado y centro de comercio y fe Mompox era visitado por todo tipo de personas. En una mañana La neblina del río y el calor húmedo envolvían la ciudad entera cuando los habitantes vieron llegar tres forasteros de aspecto enigmático.

    Los tres hombres, silenciosos y de miradas profundas, desembarcaron buscando alojamiento. Se dirigieron a la antigua Albarrada de los Ángeles como se conocía en aquel entonces aquel lugar y que hoy se conoce como la albarrada de los Turcos

    Los forasteros alquilaron una de las grandes bodegas de la zona cosa que no era extraño debido a que Mompox era utilizado como lugar de almacenamiento de mercancías. Lo que si llamó la atención de los lugareños no fue su ropa ni su acento, sino su equipaje: cada uno cargaba con esfuerzo una larga caja de madera, muy parecida a un ataúd.

    Luego visitaron

    Pagaron el importe de su renta y entraron en la bodega con sus extrañas cargas, cerraron las puertas y nunca más se les volvió a ver.

    Durante los primeros días, la gente del pueblo pasaba cerca del lugar y escuchaba los golpes del cincel y el martillo. Sin embargo, al cabo de unos días, los ruidos cesaron por completo. Un silencio absoluto se apoderó del taller y la bodega permanecía en un silencio sepulcral. No se veía entrar ni salir a nadie, y la quietud comenzó a inquietar a la comunidad.

    El sacerdote y las monjas notaron algo aún más inquietante: la comida que dejaban en la puerta permanecía intacta. Día tras día, los platos se acumulaban sin que nadie los tocara.

    El dueño del local, junto con los vecinos de la Albarrada, temiendo lo peor —que aquellos hombres hubiesen muerto por alguna enfermedad repentina o de hambre— decidieron intervenir.

    Armados de valor y herramientas, forzaron las cerraduras. Al abrir las puertas, la luz del sol iluminó el interior de la bodega, revelando una escena desconcertante: El lugar estaba vacío de personas. De los tres forasteros no había ni rastro, ni siquiera sus huellas en el polvo.

    habitación estaba vacía.

    · No había rastro de los tres hombres.

    · No había virutas de madera en el suelo.

    · No había herramientas.

    · La única salida era una ventana pequeña por donde era imposible que hubieran escapado tres personas.

    · Sin embargo, en el centro del recinto yacían, intactas, las tres cajas de madera.

    Con manos temblorosas, los vecinos procedieron a destapar las cajas. El asombro fue colectivo. Dentro de cada una no había cadáveres humanos, sino tallas divinas: tres Cristos de madera.

    La factura de las esculturas era tan perfecta, tan dolorosamente humana, que los presentes tuvieron que tocarlas para cerciorarse de que no eran de carne y hueso. La piel parecía sudar, las heridas sangrar y los músculos contraerse por el dolor de la pasión.

    El pueblo comprendió entonces que aquellos tres hombres no eran escultores humanos..

    Al revisar las cajas, encontraron papeles que indicaban el destino final de cada imagen:

    1. Mompox (Bolívar)

    2. San Benito Abad (Sucre)

    3. Zaragoza (Antioquia)

    Los frailes Agustinos Calzados, custodios de la fe en la zona, toma

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  • 723. Los Tres Filtros
    2025/12/10

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez un Viejo maestro que veía como tarde caía sobre Atenas y el sol teñía de naranja las columnas de piedra. Aquel filosofo con la barba blanca estaba plácidamente descansando sobre su túnica y tenía su mirada perdida en la contemplación de un único Olivo que tenía cerca.. Así pues el hombre disfrutaba de un momento de paz en el patio de su casa. El silencio, sin embargo, se rompió abruptamente.

    Un joven discípulo entró corriendo, levantando polvo con sus sandalias, con el rostro enrojecido por la agitación y los ojos desorbitados, su cara manifestaba una angustia enorme. Le faltaba el aliento, pero la urgencia de hablar le quemaba la garganta.

    —¡Maestro! ¡Maestro! —exclamó el joven, gesticulando con nerviosismo—.He venido corriendo desde la plaza de la ciudad porque ¡Tienes que saber esto! Un amigo tuyo ha estado hablando de ti en el ágora y lo que dijo fue terrible, lleno de malevolencia...

    El sabio miro detenidamente a su discípulo y con lentitud levantó una mano, un gesto suave pero firme que detuvo en seco al muchacho. Su rostro no mostraba enojo ni preocupación, solo una calma infinita.

    —¡Espera! —dijo el filósofo con voz profunda—. Antes de que viertas esas palabras en mi espíritu, necesito que hagamos algo importante. ¿Hiciste pasar lo que vas a contarme por los tres filtros virtuosos?

    El discípulo se detuvo, confundido. La adrenalina del chisme se disipó por un segundo, reemplazada por la extrañeza.

    —¿Las tres filtros virtuosos? —preguntó, frunciendo el ceño sin entender en absoluto a que se referia aquel venerable anciano—. No, maestro. No sé de qué me hablas.

    —Es un pequeño ejercicio que practico para mantener el alma limpia —explicó el sabio, invitando al joven a sentarse a su lado—. Antes de hablar sobre los demás, es prudente filtrar lo que vamos a decir. El primer filtro es la Verdad. Mírame a los ojos y dime: ¿Estás absolutamente seguro de que lo que vas a contarme es cierto? ¿Fuiste testigo de ello? ¿Lo comprobaste por ti mismo? Estabas allí cuando esto sucedió?

    El joven bajó la cabeza, avergonzado al darse cuenta de su precipitación.

    —No... —murmuró—. En realidad, solo escuché a unos vecinos comentarlo mientras compraba pan. Se rumoreaba que...

    —Entiendo —lo interrumpió el maestro sin juzgarlo—. Entonces no sabes si es verdad o si es solo una invención nacida de la envidia o el malentendido. Suponiendo que es verdad, dime ahora si lo que quieres decirme haya pasado por el segundo filtro, que es la Bondad.

    El filósofo se inclinó levemente hacia adelante.

    —Eso que deseas decirme con tanto ímpetu, ¿es algo bueno para alguien? ¿Resalta alguna virtud de mi amigo o traerá alegría a esta casa?

    El discípulo tragó saliva, sintiéndose cada vez más pequeño.

    —No, maestro, en realidad no. Al contrario... Lo que dicen es insultante y desagradable.

    —¡Ah, vaya! —exclamó el sabio, arqueando una ceja—. Así que quieres contarme algo malo sobre un amigo, y ni siquiera estás seguro de que sea cierto.

    El silencio se hizo pesado entre ambos. El joven ya no tenía ganas de hablar, pero el maestro aún no había terminado.

    —Sin embargo —continuó el anciano sonriendo levemente—,ahora supongamos que fuera algo honorable y Bondadoso. Que como has dicho no lo el. Todavía podrías pasar la prueba si tu mensaje atraviesa el ultimo filtro : la Necesidad. Piensa bien: ¿Es verdaderamente necesario que yo sepa eso que tanto te inquieta? ¿Me servirá para prevenir un peligro? ¿Cambiará mi vida o la tuya para mejor si escucho esa historia?

    El joven reflexionó un instante. La urgencia que sentía al principio se había desvanecido por co

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    7 分
  • 722. Bochica (Leyenda Muisca Colombia)
    2025/12/08

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez en en lo que hoy es conocido como la sabana de Bogotá en Colombia, una tribu Muisca que comenzaba a asentarse y apenas comenzaban a subsistir a partir de las cosechas de maíz y papas. Sus sacerdotes oraban cotidianamente para que la gran laguna de Iguaque bajara de nivel para así poder tener más tierras aptas para cultivar.

    Como cazadores usaban sus cerbatanas para cazar algunos armadillos y dantas y como pescadores sacaban alimentos de los bagres y capitanes de los lagos.

    Sin embargo un dial llego a sus tierras un anciano de barba blanca y cabellera abundante que le llegaba hasta la cintura y vestía con una túnica larga que amarraba con un broche de oro. Su caminar era ágil pese a estar descalzo. Su rostro era bondadoso y justo que irradiaba confianza y paz.

    Los muiscas recibieron con amistad al hombre y poco a poco fue ganándose el cariño de todos en la tribu. El hombre se llamaba Bochica y poseía una sabiduría mayor y diferente a la sabiduría de los sabios de la tribu.

    Rápidamente se dedico a ensenarles sistemas de cultivo y cosecha as eficientes y como hilar, tejer y pintar mantas de algodón.

    Les enseño además a trabajar como hacer ollas de barro, vasijas y utensilios utilizando los modos de fabricación de un buen alfarero.

    Por ultimo les enseno los principios morales de convivencia y respetos y las normas básicas de gobierno de su población.

    Era pues Bochica un enviado de los dioses que les estaba transmitiendo los mejores códigos sociales que les permitiera vivir en mayor armonía.

    Pero Bochica era un ser errante y al igual que había llegado un día caminado otro día se fue de allí igualmente caminando. Pero antes de irse les recordó que las normas sociales que les había ensenado debían respetarse o si no los dioses se enojarían y vendrían casticos insospechados.

    Con Bochica ausente la vida continuo en el pueblo Muisca, pero pronto apareció una hermosa mujer de origen desconocido que irradiaba poder y seducción . Su nombre era Huitaca. Huitaca predicaba lo contrario a Bochica en vez de austeridad y trabajo duro, ella invitaba a la alegría y a los excesos. Solía decir que la vida debía aprovecharse en fiestas, borracheras y placeres carnales. Su rebeldía constrastaba con el mensaje de Bochica, pero el pueblo Muisca fue adoptando este nuevo mensaje abandonando los ejemplos de Bochica y viviendo en un mundo sin responsabilidad.

    Y sucedió lo que Bochica había advertido. El dios Chibchacun ofendido al ver que los indígenas ya no trabajaban la tierra y vivían en fiesta permanente decidio castigarlos ejemplarmente.

    Una madrugada se dejo caer un violento aguacero, Los Muisca inicialmente no prestaron mayor atención, pero la lluvia era continua y parecía que no fuera a menguar. Pasaban días y no parecida escampar pese a que los sacerdotes hacían plegarias al dios para que detuviera dicho torrente de agua. Los Riachuelos comenzaron a salirse de sus cauces y las quebradas ya llevaban troncos y piedras arrastrando todo cuanto encontraban a su paso.

    Los Muiscas vieron como el nivel del agua había cubierto toda la sabana y tuvieron que treparse primero en los techos de sus choza y luego en los arboles de los bosques cercano. Finalmente no tuvieron más recurso que trepar hasta las cimas de las montanas más cercanas.

    Desde allí pudieron observar como su planicie era ahora un lago enorme que se había devorado sus casas, cultivos y animales. Todo era desolación y ellos arrepentidos recordaron a Bochica y su advertencia y rezaron para que este regresara a salvarlos.

    Y sus plegarias fueron oídas. Una tarde dejo de llover y el sol de nuevo comenzó a salir en aquella

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