La noche del 1 de julio de 2002, dos aviones que volaban sobre Alemania compartían una misma altitud sin saberlo. Un Tupolev Tu-154M, con 69 personas a bordo, la mayoría niños en un viaje escolar, y un Boeing 757 de carga de DHL, con solo dos tripulantes, se acercaban a un desenlace fatal.
Bajo la supervisión de la empresa suiza Skyguide, el tráfico aéreo debía estar controlado. Pero aquella noche, todo falló: solo un controlador estaba en servicio, los sistemas de alerta no funcionaban correctamente y la comunicación con otros centros de control estaba interrumpida.
En un momento crítico, el sistema de prevención de colisiones TCAS emitió órdenes opuestas a las del controlador de tráfico aéreo. Los pilotos del Tupolev siguieron la voz humana en lugar de la máquina, mientras que los del Boeing obedecieron el TCAS. El resultado: una colisión devastadora en pleno vuelo.
El impacto desintegró al Tupolev en el aire y dejó al Boeing sin control, precipitándose ambos sobre la tranquila ciudad de Überlingen, dejando 71 víctimas fatales. Pero la historia no termina ahí. Vitaly Kaloyev, un hombre que perdió a su esposa e hijos en la tragedia, emprendió un camino de venganza que impactaría a toda Europa.
Este episodio no solo cambió los protocolos de seguridad aérea, sino que también dejó un legado en la memoria colectiva con homenajes como el Memorial del Collar de Perlas Roto (Zerissene Perlenkette) y la asociación Brücke nach Ufa.
¿Qué salió mal? ¿Pudo haberse evitado? Descúbrelo en este episodio de Despresurizados.