¿Qué nos pasa cuando subimos a una moto?

Esta es la pregunta que da inicio a un viaje de dos años, más de 15 mil kilómetros y una búsqueda que va mucho más allá del asfalto. Quiero una moto es una travesía íntima y apasionada por el corazón del motociclismo: un relato sobre libertad, compañía, historias y la magia que ocurre cuando el motor se enciende.

Prepárate para recorrer paisajes internos y externos, acompañar reflexiones nacidas en el camino y descubrir por qué, para muchos, andar en moto no es solo un pasatiempo… es una forma de vida.

Todos nosotros tenemos algo que nos produce PASIÓN. La palabra en sí, tiene su propia definición. Escrita por algún erudito o escribano; adyacentes a un primer sabio. Pero si te fijas en la EMOCIÓN, se produce un pequeño cambio en los que andamos en moto. Nos reconocemos como seres apasionados, pero no por el instrumento, más bien, por la energía constante que nos produce. Algo así, como si te convirtieras en un generador de tus propias emociones. Entonces, guíate por la emoción que se siente sobre dos ruedas y eleva tu pasión hasta alcanzar la plenitud de la existencia: Vivir la vida intensamente.

Cada viaje tiene momentos intensos… tan profundos, que pueden transformar el placer más puro en un miedo desbordante. Tu corazón latirá con un ritmo descompasado, tus piernas temblarán y cada músculo de tu cuerpo se tensará como si el tiempo se detuviera. Ni siquiera tu intuición podrá salvarte de vivirlo, y quedarás helada(o), paralizada(o) por el temor.

Es entonces cuando el amor aparece, conectándose con lo más profundo de tu ser. No hablo de ese amor romántico que nos enseñaron a idealizar, sino del amor propio y del amor por la vida. Ese que te invita a aferrarte con la medida justa para transformar el miedo en la fortaleza que mereces.

Debes saber que los peores momentos dejan huellas, sí… pero lo hacen para recordarte que eres capaz de renacer una y otra vez. Así que, vivamos cada experiencia, incluso las más difíciles, porque al final del camino, todo, absolutamente todo, habrá valido la pena.

Todo por lo que has trabajado merece una recompensa. Sea cual sea el camino que elijas, no te dejes consumir únicamente por la meta, porque si lo haces, jamás disfrutarás del trayecto.

Cada proceso exige un estado absoluto de compromiso. No basta con hablar una y otra vez de aquello que tanto anhelas: debes demostrarlo con tus actos, con la disciplina que te sostiene y con la consecuencia que define tus pasos.

Recuerda que toda decisión, como la de adquirir una moto por ejemplo, suele ir acompañada de una preocupación intensa por parte de quienes más te quieren: la familia. Y aunque sus opiniones puedan parecer limitantes, no se trata de ignorarlas, sino de comprender que lo verdaderamente importante es que tú seas plenamente consciente de tus decisiones.

Sé responsable de cada paso, porque así no solo demostrarás convicción, sino también propósito. Te comprometes. Fijas el objetivo. Y cumples.

Cuando entras en el mundo de las motos, algo cambia dentro de ti. De pronto, comienzan a aparecer “más peces sobre el agua”. Con esto quiero decir que tu universo interior se expande, que tus pensamientos se elevan y que empiezas a moverte en nuevas corrientes. Tus actos se transforman guiados por los consejos y experiencias de quienes vibran en tu misma frecuencia.

Es como si todos nadaran en distintas profundidades, compartiendo miradas cómplices y esbozando sonrisas cada vez más amplias. Y es justo ahí, en medio de esa conexión genuina, donde descubres el verdadero propósito de tener una moto.

¿Será acaso tu compañera para toda la vida?

Con esa pregunta latiendo en tu mente, tu forma de ver las cosas cambia: te abres a la recepción de nuevas historias, de sueños compartidos y de pasiones que inspiran. Escuchas relatos llenos de emoción, vivencias que dejan huella, y te descubres preguntándote una y otra vez si esa compañera de dos ruedas estará a tu lado en cada etapa del camino.

Y entonces lo comprendes: no se trata solo de un medio de transporte. Se trata de pertenecer. De formar parte de algo más grande que tú. De abrazar, por completo, la cultura del motociclista.

Entre tantos consejos, ideas alocadas y alguna que otra motivación, muchas veces impulsada por las estrategias de los vendedores de hoy, nace la idea de un viaje largo. Un viaje que recorre paisajes hermosos, valles infinitos y caminos abiertos. Te imaginas con el viento en el rostro, el corazón acelerado y, tal vez, escuchando Born to Be Wild mientras avanzas sin mirar atrás.

O quizás no sea un sueño tan romántico. Tal vez se trate de llevar el sustento a tu hogar. O de reducir significativamente los costos anuales de transporte, sin dejar de disfrutar la misma canción que acompaña tu camino.

Es en ese punto donde aparece un rebote constante entre la mente, el corazón… y el bolsillo. Y en medio de esa conversación interna, surge una pregunta inevitable:

¿Para qué la quieres?

Responderla con honestidad será el primer paso. Porque conocer con claridad tus propósitos te permitirá elegir con certeza. Al final, sólo tu enfoque marcará el camino que te lleve a encontrar la máquina perfecta para ti.

Forjar las ganas e imaginarse sobre dos ruedas nunca es sencillo. Puedes sentir un deseo intenso por tener tu moto, pero te aseguro que surgirán dudas. Quizás incluso cuando estés a punto de prenderla y escuchar el primer rugido de la elegida.

Ese impulso de seguir tu interior es, en realidad, el reflejo más puro de supervivencia. Un estado intrínseco que aparece en el último tramo de cualquier logro importante: la duda. Sí, esa palabra que a veces se siente molesta y persistente. Si no la sintieras, casi habría que felicitarte.

Pero en el mundo de las motos, la duda se convierte casi en tu mejor compañera. Te invita a detenerte, a reflexionar y a comprender lo que realmente buscas. Y es precisamente en este punto de la ruta cuando descubrirás las razones que debes tener presentes para elegir la moto correcta.

Caer es aprender. La confianza se enfría y los músculos te recuerdan que, a veces, debes detenerte. Sientes cómo tus intenciones se congelan cuando tu torre se derrumba, y ese momento de claridad pasa de la aceleración al cero absoluto.

Debes aprender a agradecer cada proceso que atraviesas. Y en el mundo de las motos, existen quienes hemos caído de manera literal y quienes se acercan a esa experiencia por exceso de confianza, recordándonos lo frágiles que podemos ser.

Este punto de la ruta es, quizá, el más importante. Te sentirás sensible y vulnerable; piel y alma conectados con la esencia misma de cada instante. La lección más profunda: no solo debes confiar en ti mismo, sino también aceptar que las circunstancias no siempre serán favorables.

Es como intentar resolver una ecuación que nos ha llevado, a muchos, a contemplar nuestras máquinas en el suelo… de lado, recordándonos la humildad y el aprendizaje que solo una caída puede brindar.