En este texto abordaremos uno de los temas más controvertidos en la iglesia moderna: el rol de la mujer en la iglesia. Pablo dice explícitamente que deben guardar silencio. ¿Es eso realmente lo que significa? ¿Sigue vigente esta expectativa hoy en día?

Pablo afirma que debemos orar por todas las personas. Incluso llega al punto de ordenar orar por el mismísimo Emperador. Imagina tener un templo en tu ciudad para el hombre que está condenando a muerte a personas como tú, y que te digan que ores POR esa persona... ¡no contra ella! ¡Eso fue Éfeso!

Mientras los discípulos caminaban once kilómetros desde Jerusalén hasta Emaús, Jesús repasó su Biblia, desde los libros de Moisés hasta los Profetas (lo que llamaríamos el Antiguo Testamento), y les explicó lo que las Escrituras decían sobre él.

Sin duda: este es el sermón más grandioso que jamás hayamos escuchado.

Cuando la mayoría de la gente piensa en Pablo, piensa en el "Gran Apóstol". Aquel que soportó grandes sufrimientos para llevar el evangelio por todo el mundo romano por el bien de los gentiles. No solemos pensar en Pablo antes de que aceptara a Cristo.

Aparte del propio Pablo, nadie tiene más crédito como escritor bíblico en el Nuevo Testamento que Timoteo. Pablo vio potencial de liderazgo en Timoteo desde temprana edad y lo llevó como compañero de ministerio, donde rápidamente se convirtió en su compañero de ministerio de mayor confianza. Finalmente, Pablo llamó a Timoteo para pastorear la iglesia en Éfeso, donde lo hizo fielmente durante décadas.

Pablo termina su carta a los Efesios de la misma manera que muchas de sus cartas. Pide específicamente a estos hermanos y hermanas que oren por su valentía mientras está encadenado por el evangelio. Ora… no para que la gente se salve… sino por la valentía para completar la misión de predicar el evangelio como Dios lo ha llamado a hacer.

Vivimos en medio de un campo de batalla. A veces es fácil olvidarlo mientras navegamos por Facebook y compramos aguacates. Sin embargo, Pablo deja claro que la guerra espiritual es una realidad omnipresente en la vida de un seguidor de Jesús. Este es su consejo para nosotros: prepárense para la batalla.

Vivimos en una cultura donde estamos rodeados de personas que toleran y celebran el pecado. Eso no es aceptable en el pueblo de Dios. Cuando alguien camina entre creyentes, debería haber una diferencia palpable en lo que ve, oye y experimenta. La pregunta que este texto nos plantea es: ¿Acaso el estándar de santidad entre nosotros está a la altura del que Dios establece para su pueblo?