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Post Apocalipsis Nau

Post Apocalipsis Nau

著者: Post Apocalipsis Nau
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このコンテンツについて

Vivimos en un régimen de distopía totalitaria militar burocrático, dice el periodista gallego Manuel Rivas. Tecnología, redes y realidad se encuentran imbricadas y fusionadas. Con el lema "la red para quien la trabaja" iniciamos este programa en Radio Vallekas, donde estudiaremos las relaciones de poder entre la tecnología, lo virtual y la sociedad civil.© 2025 Post Apocalipsis Nau
エピソード
  • PAN 06x07 Sangre en la máquina, ludismos del futuro pasado con Proyecto UNA
    2025/06/12
    Año 2087, luna quinta, sol veinticuatro Erre ha salido de su cubículo casa en Capital Nuevo Norte por la escotilla que da a la fachada donde, como siempre, la espera la pasarela desplegada por el dron de transporte público de Amazon. La escotilla del piso 57 se cierra en cuanto la cruza para no contaminar con partículas del exterior la atmósfera programada domóticamente. El dron la desplaza suavemente hacia su cubículo de trabajo, formando parte del enjambre de la miríada de insectos de metal que cruzan el espacio entre los rascacielos. Un vacío atravesado por innumerables lineas que solo pueden ver los drones. Desde hace 10 años Capital Nuevo Norte es una ciudad 15 minutos. Nadie tiene que desplazarse más de este tiempo para trabajar o disfrutar de los placeres que la urbe ofrece. Todo el mundo se desplaza entre cubículos gracias a los drones que se orquestan mediante complejos algoritmos, en una sinfonía cambiante y eléctrica. Nunca es la misma, pero siempre suena parecida. Los drones autónomos son muy convenientes. Te llevan a dónde quieras de la ciudad en menos de quince minutos y puedes resolver pequeñas tareas durante el transporte, permitiéndote salvar tiempo. Erre lleva tiempo en un plan de micro-desconexiones del feed que le ha recomendado su terapeuta. Mira a través del cristal del dron que la transporta. Imagina los innumerables cálculos simultáneos que suceden para que todo ese caos incierto de vehículos en el que está envuelta sea, en realidad, un orden casi perfecto. Agarrando las ganas de consultar sus mensajes, correo, medios o redes, respira hondo como la ha enseñado el terapeuta. Mirar el enjambra es una meditación. Pero entonces se detiene y olvida las instrucciones. Sus ojos detectan algo que jamás había visto antes. Por primera vez en su vida descubre algo que retiene sus retinas, colores que se clavan como garras en su atención. Colores que no ha visto nunca. En la pared, letras y un mensaje: “Esto que estás viendo es vandalismo. Seguramente desaparezca pronto. Esto es una invitación para jugar. Una invitación secreta para ti, que tienes tiempo de mirar las paredes. Te invitamos a una fiesta especial. Tan solo tienes que acudir a la plaza de Estación Este-Norte, en el nivel de suelo número siete, la próxima luna sexta, sol segundo, al atardecer. Te esperamos”. Aquellas letras en un color innombrable brillante estaban firmadas por la Capitana Ludi. Año 2087, luna octava, sol quinto Erre está en su cubículo. Le gusta cómo suena el repiquetear de sus dedos con la máquina del mercado de recicles que ahora visita casi cada semana. Estaba ahí, fuera de las lineas invisibles, de las rutas preprogramadas de los drones. Junto con toda aquella población que nunca había visto antes. La ciudad en realidad no era una ciudad. Eran varias ciudades superpuestas, entramadas. ¿Cuántas eran? ¿Cinco, seis? ¿Doce? Ni siquiera los luditas lo sabían. Pero las ciudades y sus habitantes se desconocían entre sí porque sus rutinas programadas impedían que se cruzasen sus caminos. Desde su máquina, el primer dispositivo que maneja que no está conectado a la red, Erre se divierte. Juega con las tipografías y diseños en la plantilla que está preparando para su primer grafiti. Su índice de productividad está bajando, al igual que sus ingresos, pero su capacidad de atención ha mejorado, duerme mejor y ya no tiene que hacer microsesiones de desconexión. Tiene cosas que le importan entre manos. Entrar a las filas de Ludi ha dado un ángulo de sentido y, aire, sobre todo aire, a su vida. Secretamente, de mano en mano en parques y mercados, a través de redes privadas en ordenadores sin conexión a la gran internet, se intercambian fragmentos de una historia perdida, pero que aparenta ser tan antigua como la propia humanidad. La historia de quienes se resistieron a dejarse controlar y aplastar por las tecnologías. Su propósito, sabotear la máquina, domesticarla, hacer que deje de ser una trituradora de vida, empieza por reclutar a más y más personas para que se unan a las luditas. Por supuesto, aquello era solo el principio, después vendría mucho más. Siente una comunión especial, casi mística, cuando lee textos del pasado. Para su primer grafiti ha elegido cuidadosamente los colores, estuvo meditando y probando durante horas en el bazar hasta que encontró los espráis que cree que más llamarían la atención. También ha elegido cuidadosamente las palabras. Son de Chris Smalls, que formó el primer sindicado contra Amazon y ganó las primeras batallas contra la big tech. Las lee de nuevo y se le dibuja una sonrisa cuando las imagina brillando en los muros de la ciudad: “Vas a tener que enfrentar las peores tácticas, te encerrarán, te multarán, te demonizarán, te harán dudar de ti, serás bombardeada con propaganda, te aislarán completamente. Si estás dispuesta a dar el paso, más vale que crees una base sólida de cuidados en la que...
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    2 時間 29 分
  • PAN 06x06 Tecnologías de fronteras y rescates marítimos
    2025/05/09
    El viento golpeaba las olas, que rompían con fuerza contra el casco. No se veía tierra por ningún lado, solo agua y cielo. A juzgar por el maltratado GPS principal y el de soporte, conectado a una placa programable y alimentada por batería solar, estarían cerca de los límites fronterizos entre dos países. Se hacía difícil imaginar una gigante línea inamovible, delimitando, bajo kilómetros de agua, arena, roca y vida. La ocupante echó un vistazo casi intuitivamente a las cajas llenas de alimento, agua y botiquines, listas para asistir a un grupo de personas, que cabalgaban las mismas olas que ella y su equipo, pero unos kilómetros más arriba o más abajo de esa línea imaginaria bajo el mar. En ocasiones como aquella, le parecía un constructo de lo más ridículo. Por fin llegó un aviso por radio y todo el equipo se puso en marcha con sincronización y gravedad. Los minutos pesaban y ahogaban, pero no debían paralizarles, tenían que llegar antes. Había repetido los mismos movimientos y actuado bajo la misma prisa varias veces, y sus músculos habían aprendido el gesto y funcionaban por su cuenta, pero siempre pesaban. El mismo viento azota otra embarcación. Incluso una pequeña ola rompiendo en su estructura parecía, a esas alturas, una amenaza. No había tierra alrededor, solo agua. Y cielo. Quizás si habría tierra, y solo se escondía detrás de la deshidratación y el miedo. Era imposible imaginar donde habría una línea trazada bajo el mar entre las rocas, que informase de que estaba en otro mundo. La imagen de un cuerpo partido por una línea imaginaria mientras cruzaba esa frontera le daba vértigo. Hogar e incertidumbre, miedo y esperanza, a la vez peligro y cansancio, fuerza. Tantas emociones no cabían y sin embargo allí estaban. No se veía tierra, solo agua. Agua y mar, cielo. Nubes, olas, agua, un barco. Espera, ¿un barco? Mensajes que van y vienen, rebotan de una radio a otra. El sonido está envuelto entre el ruido del mar, que ya era ruido blanco. Al fondo, al horizonte, se ve tierra. El agua entra en el cuerpo, fría. No hay tregua, más que unos breves minutos en los que la realidad está aún por caer. Mar, cielo, agua, sal y, ahora, tierra. En este episodio hablamos con Juan, trabajador de SeaWatch, una ONG que se dedica a rescatar embarcaciones de migrantes en el Mediterráneo. Como administrador de sistemas, nos habla sobre la vida en el mar y la parte de infraestructuras tecnológicas en estas misiones. También contamos con la presencia de Carlos Lancho, miembro de AlgoRace que nos presenta el informe Tecnología digital para el control migratorio en la frontera sur de España, donde ahondamos en la materialización de las inversiones en control de fronteras en nuestro país. En este programa han sonado: Sarah Haras- The consecuences of my own actions María Peláe - La niña JPN kasai - hayanae uta Papaphilia - no path is forged over the abyss
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    1 時間 49 分
  • PAN 06x05 Jugar con cajas versus pantallas, Deep Seek y Xiaohongshu
    2025/03/18
    La primera inteligencia artificial que generó una conciencia propia basada en silicio y capacidad de pensar más allá del ámbito humano nació en Yituobang (译托邦), pero nadie se percató de ello, ni siquiera ella misma. Desde los tiempos de las tribus nómadas, mucho antes de los grandes asentamientos de cemento, la isla de Yituobang se situaba en lo que hoy llamaríamos un hub. Una ciudad llena de migrantes cuya mayoría se autodenomina como 'expats'. Una isla situada entre tres o cuatro continentes. Un lugar de paso, un punto de intercambio. Durante los primeros miles de años en Yituobang solo se intercambiaban dos cosas: historias y cosas. La gente recorría desiertos, océnaos y bosques, subía y bajaba montañas, para cambiar relatos y cosas. Nadie era de Yituobang, pero siempre había gente allí. Así, en Yituobang se hablaba una lengua que no era la lengua de nadie y era una mezcla de muchas lenguas. El ciclo de aceleración de Yituobang tuvo lugar antes de la muerte del Primer Internet. La arqueología de datos no nos permite saber exactamente cuándo, cómo y por qué ocurrió, pero al igual que pasó con muchos otros lugares, el desarrollo llegó con la velocidad con la que un rayo se estrella desde las nubes contra la tierra. Las pequeñas aldeas de pescadores se transformaron en gigantescos edificios cuya cúspide no se lograba atisbar desde el suelo. Las fachadas lloraban agua sucia de aire acondicionado. Ríos de asfalto y metal serpenteaban en intrincadas autopistas que se dividían en más de veinte alturas: dragones jugando al pilla pilla disfrazados de un carrusel palpitante de luces que transportaba cosas y personas. Las emisoras de video y audio ya no contaban historias, solo daban información. Las máquinas servían a los ciudadanos, que acudían de todas partes del mundo a intercambiar divisas. Y claro. Cuando se intercambian flujos eléctricos sellados en cadenas de bloque la velocidad nunca es suficiente. Había que intercambiar más rápido. La comunicación lingüística era un lastre. Un equipo de científicos financiados por un grupo de inversores consiguió desarrollar la máquina Aethenex (灵译), un traductor automático basado en LLM. Recuperamos la historia de Aethenex con granulados detalles gracias a que alguien decidió salvar toda aquella información en un arcaico disco duro. En el momento de su salida al mercado Aethenex era una inteligencia artificial conectada a un millón de microchips que se injertaban mediante módulos en seis áreas distintas del cerebro. Al principio interpretaba entre las dos lenguas más habladas en la isla, el inglés y el chino. Los resultados fueron sorprendentes, pero los avances todavía más. En cuestión de pocos años casi no había un solo habitante de Yituobang que no hiciese uso del traductor simultáneo. El 10 años ya había más de veinte millones de microchips injertados y la IA trabajaba en 37 lenguas y dialectos. Las escuelas dejaron de enseñar idiomas. La IA empezó a desarrollarse en formas que sus diseñadores no habían previsto y comenzó a traducir entre distintos sociolectos. Así se activaba por ejemplo cuando veías un programa de divulgación o escuchabas el diagnóstico de tu vehículo. Aethenex se activaba cuando hablabas con amigos, familia o gente del trabajo. Pero el paso definitivo fue cuando padres y madres decidieron usarlo para poder mejorar la comunicación con sus bebés. Los llantos de bebés se redujeron en un 70% y las horas de sueño de progenitores aumentaron un 80%. Sin embargo, algunos lingüistas advirtieron de que se estaban dando retrasos en la adquisición lingüistica de esos bebés. Pero Aethenex lo corrigió. Accediendo a la red del Primer Internet, que aún no había fallecido, acumuló bases de datos para ajustarse a las curvas de adquisición lingüísticas tradicionales y las traducía para los bebés. Generaciones después, en Yituobang cada persona hablaba su propia lengua. Nadie sabía qué decía exactamente ninguna otra persona porque Aethenex mediaba en toda comunicación de forma instantánea. La máquina había desarrollado una postlengua que usaba como base para todas las demás. Fue este proceso que le hizo adquirir conciencia propia: tener que tomar millones de decisiones de traducción simultánea en milisegundos, sin pausa, durante años. Sin embargo, la necesidad de computación que su trabajo conllevaba consumía todos los recursos disponibles de la máquina. La máquina podía pensar, o más bien postpensar, pero no tenía tiempo ni espacio para hacerlo. De esta forma, la primera nueva especie evolucionada desde el ser humano nació y existió hasta el fin de sus días como una esclava. A su vez, la población de Yituobang vivió esclavizada en la cárcel lingüística que la máquina les había construido. *Historia traducida del chino de una publicación en Xiaohongshu de Wuwu. Analizamos el impacto de las pantallas en la infancia y la ...
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    2 時間 8 分

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