Un equipo de arqueólogos que investiga la erosión costera en la bahía norte de Norfolk se pone en contacto con la doctora Galloway al hallar seis cuerpos enterrados al pie de un acantilado, todos ellos muy deteriorados por el paso del tiempo.

Ruth y el detective Harry Nelson se unen una vez más para desentrañar el pasado, aunque la situación es de lo más incómoda, porque Nelson debe evitar a toda costa que su esposa Michelle sospeche de la relación que hay entre ellos dos.

Las pruebas revelan que los cadáveres yacen desde hace más de setenta años conservados en la arena. El misterio de sus muertes parece remontarse a la Segunda Guerra Mundial, una época en la que Gran Bretaña estaba amenazada por una gran invasión.

Nelson entrevista a las personas de edad más avanzada del pueblo, y gracias a la información ofrecida por Jack Hastings, un político adinerado y dueño de la mansión de Sea’s End, se entera de que en la localidad existía un grupo de defensa local capitaneado por su difunto padre, Buster Hastings. Aunque la mayoría de los integrantes del grupo ya han fallecido, Nelson consigue localizar a uno de ellos, Archie Whitcliffe. Sin embargo, el anciano no quiere hablar sobre lo sucedido, porque realizó un juramente de sangre con sus compañeros para guardar el secreto. A los pocos días, Nelson recibe la noticia de la muerte de Archie. Difícilmente puede tratarse de una coincidencia…