Del Olvido a la Mesa del Rey / Reflexiones cristianas
Hoy quiero compartir contigo una historia de la Biblia que nos deja una enseñanza poderosa sobre la misericordia, la restauración y el amor incondicional. Es la historia de Mefi-boset, un hombre que, a pesar de su condición de lisiado y su vida marcada por la tragedia, encontró gracia ante los ojos del rey David.Para entender el contexto de esta historia, tenemos que retroceder en el tiempo, a una época de batallas, reyes y alianzas. Mefi-boset era nieto del rey Saúl e hijo de Jonatán, el fiel amigo de David. Su linaje lo situaba en la nobleza, en la realeza de Israel. Sin embargo, su vida cambió drásticamente cuando apenas era un niño.Cuando los filisteos vencieron al ejército de Israel y tomaron la vida de su abuelo Saúl y de su padre Jonatán en la batalla de Gilboa, el pánico se apoderó de la casa real. Su nodriza, al enterarse de la derrota y temiendo por la vida del pequeño Mefi-boset, lo tomó en brazos y huyó. En su desesperación, en medio de la confusión y el miedo, tropezó y cayó con él, causando un daño irreversible en las piernas del niño. Desde aquel día, Mefi-boset quedó lisiado de por vida.Su tragedia no terminó ahí. Al haber muerto su padre y su abuelo, quedó huérfano y desamparado. Su linaje ya no le aseguraba un futuro próspero; más bien, lo condenaba al olvido. En aquella época, cuando un rey tomaba el trono, era común que eliminara a todos los descendientes del anterior monarca para evitar posibles reclamaciones al trono. Por esta razón, Mefi-boset pasó años en un lugar apartado, viviendo en el anonimato y lejos de Jerusalén, probablemente con los familiares de su madre, sin esperanzas de que su vida cambiara.Pero Dios tenía otros planes para él.Años más tarde, cuando David ya reinaba sobre Israel, recordó la amistad profunda y sincera que tuvo con Jonatán. Quiso honrar ese vínculo y preguntó si aún quedaba alguien de la casa de Saúl a quien pudiera hacer misericordia por amor a su amigo. Fue entonces cuando uno de sus siervos le habló de Mefi-boset, aquel niño que ahora era un hombre lisiado y que vivía en un lugar apartado.Sin dudarlo, David envió a buscarlo.Imagínate el temor y la incertidumbre de Mefi-boset al enterarse de que el rey lo llamaba a su presencia. Para él, que había vivido en el olvido y la inseguridad, aquello podía significar su fin. Pero cuando llegó ante David, postrado en señal de respeto y humildad, escuchó algo que nunca imaginó:“No tengas temor, porque haré misericordia contigo por amor a Jonatán, tu padre. Te devolveré todas las tierras que pertenecían a tu abuelo Saúl y, además, desde hoy comerás siempre en mi mesa.”Mefi-boset, abrumado por la gracia y bondad del rey, respondió con humildad:“¿Quién es tu siervo para que mires a un perro muerto como yo?”Esa respuesta refleja cómo se veía a sí mismo: indigno, sin valor, sin esperanza. Sin embargo, el rey no vio en él un hombre lisiado o alguien indigno, sino un heredero, alguien a quien restaurar, alguien a quien amar.A partir de ese día, Mefi-boset dejó de vivir en el exilio y comenzó a vivir en el palacio del rey. Se le devolvió lo que le pertenecía y se le concedió el honor de sentarse a la mesa del rey, como un hijo más.
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