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Mi perra vida temporada 2025, episodio 43.

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Relato – Árboles luminiscentes | Poema – Aliteraciones de la noche – Eliana Tomassini | Reseña – El Arte de la Fuga – Sergio Pitol | Frase robada – Jason Hribal | Bonus track Árboles luminiscentes Año tras año, después de tantas décadas es difícil que no perciba el fin de las lluvias y de lo que eso implica. Antes cuando era apenas un brote en el suelo, la energía que llegaba a mis raíces hacía que se agitaran mis hojas. El micelio subterráneo lo comunicaba, transmitían el mensaje uno a uno en la inmensa red, que desde lo más lejos detectaba la humedad de las montañas. El agua comenzaría a disminuir, todos difundíamos el cambio, había que reservarnos, desechar lo prescindible, descansar, guardar energía para la escasez de la sequía. Así era al principio, y así es ahora, pocos sabemos que vivimos el reinicio del ciclo, unos cuantos nada más. La gran mayoría no lo lograron. Primero los fueron cortando, destrozarlos hasta mermarlos profundamente, después los arrasaron con fuegos perpetuos, envenenaron el agua y la tierra para matarse entre ellos, no crecía nada y lo poco que brotaba moría enfermo y deforme. Al final la sequía y las guerras perennes casi nos aniquilan. Algunos tuvimos suerte y la mayoría de ellos no. Los pocos de ellos y los pocos de nosotros estábamos solos en medio del árido vacío. Ellos siguieron muriendo, se destruían hasta que quedaron los más fuertes, y ellos también perecieron. Por mucho tiempo pensé que nos habíamos quedado únicamente nosotros, como los ancestros de los que sobrevivimos. Cuando logras mantenerte aferrado a la tierra seca, la espera es larga y asfixiante, el cielo seguía cerrado y el suelo persistía envenenado, tampoco nosotros lo íbamos a lograr, hasta que no sé cuándo, pero hace tanto, el agua comenzó a fluir de abajo para arriba. Primero la humedad le daba esperanza a mis raíces, venas líquidas comenzaron a cruzar las profundidades, eso nos dio energía para esperar a que por fin el agua cayera del cielo, al inicio tímida y desordenada a veces rabiosa y en otras modesta; hubo que esperar tanto, hasta que se tornara cíclica, periódica. No como ahora, que es como antes de todo. Hoy cuando terminan las lluvias, los nuestros debemos preguntarnos qué hacer con esos sobrevivientes nietos de los nietos, que como hojas se prenden a nosotros. Hay que decidir si seguiremos dándoles sombra en el día y luz por la noche, que los protege de los animales o de otros como ellos. Cuando comenzaban a caer las hojas de los árboles luminiscentes, la luz que los protegía durante la noche mermaba y era el momento de migrar. En las últimas generaciones después del exterminio, sólo en dos ocasiones las hojas de los árboles desaparecieron totalmente, y con ello su período de estabilidad, siempre después de las lluvias. Así que cuando las gotas dejaron de caer y los lechos de los ríos se encogieron, temían como siempre que los árboles no los iluminaran más, dejándolos expuestos a la negrura de la noche vigilante, medrosos trataban de continuar su cotidianidad, pero hacían previsiones ante cualquier cambio en el bosque que los rodeaba, al que habían acudido en busca de seguridad, de lo que no tenían certidumbre era sobre su fecha de caducidad. Los primeros en perder su follaje y por lo tanto la luminiscencia, fueron los árboles de la periferia, alejados del asentamiento. Sus pobladores sabían que en poco tiempo el perímetro se reduciría y ese poblado que habían formado lenta y persistentemente se iría apagando, quedando al acecho de las adversidades heredadas después de la extinción. Se formaron varios equipos, las leyendas cuentan que al buscar un nuevo bosque, no siempre llegan todos, y encontrar un sitio no era certeza de que los árboles mantuvieran las hojas y con ello la pervivencia de los exploradores. Los grupos fueron partiendo uno a uno, pasara lo que pasara sabían que no se volverían a ver. Las colonias de árboles luminiscentes solo aceptaban, cuando así lo decidían al grupo originario, traer más pobladores invariablemente obligaría a buscar otro sitio. Al partir el primer grupo hubo abrazos, tristeza y mucho llanto, pero era la única estrategia que les había permitido salir adelante en los últimos días de la humanidad. En esta ocasión a nuestra comunidad se le asignó la última decisión. A lo largo de los años, ellos formaron con nosotros el grupo más numeroso. Esto nos preocupa a todos, en lo profundo de nuestros anillos, en los más viejos, hay huellas de lo que pueden hacer. Comenzamos a perder las hojas como en épocas ancestrales y la oscuridad inició su reinado. Ellos dieron paso a su partida, identificaron bosques lejanos, les tomará tiempo volver a instalarse, pero la decisión fue la mejor. Las hifas del subsuelo transmitieron el mensaje. Conforme los exploradores llegaban a su destino, algunos no lo lograban, perdíamos nuestras hojas, y con eso sus esperanzas. En...
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