Quien diría que hace algún tiempo yo pasé de ser una mujer super insegura y con muchos miedos a la hora de emprender a ser una mujer empoderada, y capaz de ayudar a otras mujeres emprendedoras a vencer sus propias fieras mentales que las atormentan y las limitan.

Todo comenzó en un día de mucha oscuridad, sí, uno de esos días en que parecía que todas mis heridas de la infancia se abrieron evidenciando mi estado de ánimo depresivo. Y es que yo no me daba cuenta pero todas las áreas de mi vida estaban siendo afectadas por las heridas de mi pasado. Simplemente porque estaba replicando patrones de comportamiento disfuncionales y viviendo bajo un sistema de creencias muy limitantes y negativas sobre mi misma. Mis finanzas estaban mal, había aumentado 100 libras de sobrepeso, mis relaciones con las personas no estaban funcionando, mis pensamientos eran muy negativos y mi salud mental no estaba para nada en su mejor momento.

Y es que cuando a uno le tocó vivir una infancia y una adolescencia difícil y no se trabaja psicológicamente, cuesta mucho entender y superar las secuelas que quedan de ese pasado. Se puede decir que uno va por la vida con una idea bastante distorsionada de su existencia. Sí! bajo esas circunstancias es muy común desarrollar inseguridades, miedos, depresión, ansiedad, estrés hasta el grado de afectar la salud física. Sin hablar de la insatisfacción personal y claro, todo eso contribuye a la falta de motivación para emprender y ser mujeres exitosas en cualquier área de la vida por más habilidades que tengamos.

Y es que no son en sí las experiencias las que pueden causar que nuestra vida se vuelva miserable y no tengamos éxito. Lo que verdaderamente afecta nuestra vida y nuestro desempeño es la interpretación y la percepción que le damos a esas experiencias.

Es decir, a pesar de que a mi me tocó vivir lo que para mi fue una infancia y una adolescencia llena de traumas por no haber crecido con mis padres y por haber estado rodeada de desamor y crueldad, mi vida no tenía, necesariamente, porque ser miserable.

Y lo que pasó fue que ese bendito día YO DECIDÍ que tenía que hacer algo con mis experiencias. QUE NO ERA POSIBLE QUE YO hubiera tenido que pasar por tan terribles acontecimientos solo para convertirme en una mujer fracasada e infeliz. Eso no tenía mucho sentido. Ese no podía ser el propósito de mi vida ni la de ningún ser humano.

En mi caso le pedí mucha sabiduría a Dios y fue así como decidí estudiar una licenciatura en psicología y una maestría en la ciencia de la consejería de la salud mental que me han permitido acompañar en un proceso de psicoterapia a muchas personas. Y para complementar me certifique como facilitadora parental y así poder acompañar a otros padres a sanar sus infancias.

Todo eso fue necesario para encontrar el verdadero significado de mi existencia y para entender mis verdadero propósito de mi vida. Tuve que estudiar y vivir un proceso intenso que me ayudó a resignificar mis experiencias y así sacar el máximo provecho de ellas.