Lee 2 Corintios 5:1–15
Aunque es algo que todos debemos afrontar, a muchas personas les incomoda hablar de la muerte. Anticipar la muerte no es fácil, ni siquiera para quienes creen en la esperanza de la resurrección. La certeza de la muerte pone ansiosas a la mayoría de las personas. Pero como creyentes, sabemos que esto no es un final, sino que, por medio de Cristo, es un comienzo. El apóstol Pablo reconoce estos sentimientos contradictorios cuando afirma que “vivimos en esta tienda de campaña suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos, sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida” (v. 4).
La vida corpórea es parte del diseño de Dios para la humanidad. Cambiar esta “tienda terrenal” por una “morada celestial”, que es “un edificio de Dios” y “una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas”, es el paso final en nuestra experiencia redentora (vv. 1–2). No sucede inmediatamente después de la muerte, sino que es algo que Pablo asocia con los acontecimientos que acompañan la segunda venida de Cristo y el juicio final (v. 10).
El remedio para la ansiedad que sentimos ante la perspectiva de una separación temporal de la vida corporal proviene de la confianza de nuestra fe (vv. 6–8). Su fundamento descansa en el conocimiento de que para el cristiano estar ausente del cuerpo es “habitar con el Señor” (v. 8 LBLA). Esta esperanza energiza nuestro servicio en el presente. No somos complacientes con Dios, sino que “nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado” (v. 9). La certeza del juicio venidero produce una combinación de amor a Dios y a los demás, mezclado con una reverencia saludable, que es la motivación principal para compartir el evangelio (vv. 11–15).
- ¿Te causa ansiedad el pensamiento de la muerte? ¿Qué verdades del texto de hoy pueden ayudarte a enfrentar su inevitabilidad?
Ora con nosotros
Gracias, Jesús, porque diste vida a los muertos, nos revelaste lo que es el verdadero amor y, a través de la confianza de nuestra fe, nos quitaste el miedo a la muerte. Nos regocijamos en Tu resurrección y esperamos ansiosamente Tu Segunda Venida.
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