Bienvenidos a la segunda parte de este bonito trauma colectivo llamado “Continuamos con el bullying”.Hoy vamos a recordar esas tiernas épocas en las que la escuela no era un lugar para aprender, sino para sobrevivir emocionalmente. Porque, seamos honestos, todos fuimos parte del circo: a veces payasos, a veces el público, y de vez en cuando… el pobre tipo al que le aventaban la mochila al baño.

En este episodio mi primo y yo nos metimos en el pantano emocional del bullying, ese hermoso deporte escolar donde todos fuimos víctimas, verdugos o espectadores. Contamos nuestras gloriosas tragedias: desde los días en que nos daban apodos que ni Freud entendería, hasta cuando descubrimos que también sabíamos usar la crueldad como defensa personal. Entre risas, cinismo y un poco de trauma reciclado, recordamos nuestras anécdotas.La segunda parte se subirá próximamente, porque al parecer todavía no terminamos de sanar ni de reírnos.

En este capítulo nos pusimos nostálgicos (y un poco amargados) recordando las caricaturas que veíamos de niños: esas joyitas que nos criaron con violencia gratuita, chistes políticamente incorrectos y animales que hablaban mejor que nosotros. También hablamos de las caricaturas actuales, esas que parecen diseñadas para que los niños nunca se traumaticen… ni se diviertan. Y claro, mencionamos a esas series que ya fueron canceladas porque, al parecer, eran demasiado ofensivas para la delicadeza de cristal de hoy en día. Básicamente, un recorrido animado entre la infancia, la censura y lo ridículo.

Mi primo y yo hablando de nuestras chambas formales e informales… básicamente cómo hemos sido explotados en algunos trabajos. Si el SAT ve este video, nunca existió. 😂

Hablamos de lo bonito (y lo miserable) del transporte público: desde el “spa gratis” de sudor ajeno, hasta las peleas de box improvisadas y los casi-asaltos que parecen parte del show. Con humor negro y un poco de cinismo, porque si no te ríes… pues ya sabes, terminas llorando en la combi.

En este episodio empezamos quejándonos de todo lo que odiamos de las redes sociales. Peeero como siempre, terminamos desviándonos y contando anécdotas de la vida real, incluyendo esas veces en que nos han querido ‘silenciar’: a mí por andar contando historias turbias de terror y a mi primo por ser periodista (o sea, igual de terrorífico). Spoiler: seguimos vivos, pero con más paranoia que seguidores. Ríanse con nosotros… antes de que nos bajen el canal.

Si yo fuera millonario… qué no haría. Bueno, la neta probablemente lo mismo que ahora: sentarme a echar chela con el compa, pero con una mesa más cara y vasos de oro (porque obvio el dinero no compra buen gusto). En este capítulo hablamos de todos esos lujos absurdos que uno sueña y de cómo, al final, ni con millones te libras de los mismos problemas… solo que ahora te quejas en un yate.