Los hombres fuertes son un fenómeno fascinante como objeto de estudio y al mismo tiempo, son una preocupante realidad política. Salvo los líderes extremos como Hitler, la memoria histórica conserva a muchos de estos líderes con tendencias personalistas como símbolos de la unidad nacional; fundadores de Estados modernos y reformadores progresistas; algunos ejemplos son Mustafá Kemal “Atatürk” en Turquía; Lázaro Cárdenas en México y Juan Domingo Perón en Argentina. También durante el siglo XX emergieron gobiernos de golpes de Estado encabezados por “hombres fuertes” como Muhamar Gaddafi en Libia y Augusto Pinochet en Chile.

Cas Mudde y Cristobal Rovira Kaltwasser han construído una definición “mínima” sobre populismo que ha tenido gran influencia gracias a su gran abarcatividad. Junto con las teorizaciones clásicas, ellos son los responsables en gran medida de la desfiguración conceptual del populismo.

Desde la publicación en 2014 de su libro Democracia desfugurada —donde analizaba tres

degeneraciones de las democracias contemporáneas— Nadia Urbinati comenzó a formar su teoría del populismo, aunque no sería hasta el 2019 con su libro Yo, el pueblo cuando estudiaría este fenómeno a fondo.

El rasgo más característico de esta interpretación es que afirma que los efectos del

populismo son siempre nocivos para la democracia. El populismo permite el disenso pero lo despoja de toda legitimidad y hace la democracia menos democrática.

la IA global vive la fricción de tres imperios regulatorios. La Unión Europea codifica el principio primero derechos y exporta estándares; USA oscila entre primero mercado/innovación y preocupaciones de seguridad; otros regímenes híbridos buscan el control informacional como ventaja política. El AI Index confirma esa asimetría financiera. Pero la advertencia frente a todo ello, es que el orden sólo se mantiene con autorrestricción y reglas, a través de la fuerza material