エピソード

  • Quinta evidencia. Elaboración de portfolio digital
    3 分
  • Episodio 54 - Al Hombre Sin Nombre La Mujer Eterna de Yolanda Bedregal
    2022/12/05
    Audio poema de Al hombre sin nombre la mujer eterna de Yolanda Bedregal
    Me llegaré al altar del hombre
    en ofrenda de huída y rebeldía.

    Hombre de ahora y de siempre,
    abre tu mano a recibirme
    y levántame al cielo como una hostia
    aunque soy sólo pétalo de lágrima.

    Hombre nuevo y eterno,
    escúchame.
    Sobre tu pecho roto
    llamo y clamo.

    Mi palabra golpea
    —obsesionante ala obsesionada—
    contra las sienes.

    Mi palabra del grito
    te taladra la frente,
    sangre de luz de la herida
    bautizará por un instante,
    hombre frágil,
    a la mujer eterna.

    Eterna como el sueño fugaz.

    Yo te miro sin ojos desde siempre.
    tú me llevas en ti desde que existes.
    Si antes no lo sabías,
    ahora
    ya no lo puedes olvidar.

    Yo he crecido en el mar
    sobre una ola que se alargó
    para volverse tallo.
    En ese tallo de agua limpia
    he subido a mirar a los ojos de Dios.

    Ahora me inclina un hálito a tu mano,
    y estoy en ti como la mujer muerta
    por la que todos los hombres han llorado.

    Tú también has llorado
    por tu hija, por tu madre,
    por la mujer eterna de cuya muerte vives.

    Ya no lo puedes olvidar.

    Cuando tus ojos caminen en la sombra,
    sentirás todavía por el cuerpo
    una dulzura amarga y tibia:
    beso en las palmas juntas
    y una paloma que huye de tus dedos.

    Con mi cara de piedra
    yo estoy en la otra orilla.

    Existo para ti en este momento;
    y para mí no existo
    porque soy más que eterna en cinco letras.

    En el altar de Hombre fuerte como la vida,
    hombre de hierro y hielo,
    metal, sangre y espíritu,
    cae la ofrenda íntegra
    de la mujer lejana.

    Mujer de canto y llanto
    eterna como el sueño.
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    2 分
  • Episodio 53 - Se Querían de Vicente Aleixandre
    2022/12/05
    Audiopoema de Se querían de Vicente Aleixandre

    Se querían.
    Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
    labios saliendo de la noche dura,
    labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
    Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

    Se querían como las flores a las espinas hondas,
    a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
    cuando los rostros giran melancólicamente,
    giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

    Se querían de noche, cuando los perros hondos
    laten bajo la tierra y los valles se estiran
    como lomos arcaicos que se sienten repasados:
    caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

    Se querían de amor entre la madrugada,
    entre las duras piedras cerradas de la noche,
    duras como los cuerpos helados por las horas,
    duras como los besos de diente a diente sólo.

    Se querían de día, playa que va creciendo,
    ondas que por los pies acarician los muslos,
    cuerpos que se levantan de la tierra y flotando…
    se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

    Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
    mar altísimo y joven, intimidad extensa,
    soledad de lo vivo, horizontes remotos
    ligados como cuerpos en soledad cantando.

    Amando. Se querían como la luna lúcida,
    como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
    dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
    donde los peces rojos van y vienen sin música.

    Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
    ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
    mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
    metal, música, labio, silencio, vegetal,
    mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.
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    3 分
  • Episodio 52 - Veré Por Ti de Miguel De Unamuno
    2022/11/22
    Audio poema de Veré por ti de Miguel de Unamuno

    «Me desconozco», dices; mas mira, ten por cierto
    que a conocerse empieza el hombre cuando clama
    «me desconozco», y llora;
    entonces a sus ojos el corazón abierto
    descubre de su vida la verdadera trama;
    entonces es su aurora.

    No, nadie se conoce, hasta que no le toca
    La luz de un alma hermana que de lo eterno llega
    y el fondo le ilumina;
    tus íntimos sentires florecen en mi boca,
    tu vista está en mis ojos, mira por mí, mi ciega,
    mira por mí y camina.

    «Estoy ciega», me dices; apóyate en mi brazo
    y alumbra con tus ojos nuestra escabrosa senda
    perdida en lo futuro;
    veré por ti, confía; tu vista es este lazo
    que a ti me ató, mis ojos son para ti la prenda
    de un caminar seguro.

    ¿Qué importa que los tuyos no vean el camino,
    si dan luz a los míos y me lo alumbran todo
    con su tranquila lumbre?
    Apóyate en mis hombros, confíate al Destino,
    Veré por ti, mi ciega, te apartaré del lodo,
    te llevaré a la cumbre.

    Y allí, en la luz envuelta, se te abrirán los ojos,
    Verás cómo esta senda tras de nosotros lejos,
    se pierde en lontananza
    y en ella de esta vida los míseros despojos,
    y abrírsenos radiante del cielo a los reflejos
    lo que es hoy esperanza.
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    2 分
  • Episodio 51 - Patio De Tarde de Julio Cortázar
    2022/11/22
    Audiocuento de Patio de tarde de Julio Cortázar

    A Toby le gusta ver pasar a la muchacha rubia por el patio. Levanta la cabeza y remueve un poco la cola, pero después se queda muy quieto, siguiendo con los ojos la fina sombra que a su vez va siguiendo a la muchacha rubia por las baldosas del patio. En la habitación hace fresco, y Toby detesta el sol de la siesta; ni siquiera le gusta que la gente ande levantada a esa hora, y la única excepción es la muchacha rubia. Para Toby la muchacha rubia puede hacer lo que se le antoje. Remueve otra vez la cola, satisfecho de haberla visto, y suspira. Es simplemente feliz, la muchacha rubia ha pasado por el patio, él la ha visto un instante, ha seguido con sus grandes ojos avellana la sombra en las baldosas. Tal vez la muchacha rubia vuelva a pasar. Toby suspira de nuevo, sacude un momento la cabeza como para espantar una mosca, mete el pincel en el tarro, y sigue aplicando la cola a la madera terciada.
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    1 分
  • Episodio 50 - La Muerte Del Payador (Santos Vega) De Rafael Obligado
    2022/11/17
    Audiopoema de La muerte del payador de Rafael Obligado. Último canto de Santos VegaBajo el ombú corpulento, de las tórtolas amado, porque su nido han labrado allí al amparo del viento; en el amplísimo asiento  5que la raíz desparrama, donde en las siestas la llama de nuestro sol no se allega, dormido está Santos Vega, aquel de la larga fama. 10—20→En los ramajes vecinos ha colgado, silenciosa, la guitarra melodiosa de los cantos argentinos. Al pasar los campesinos,  15ante Vega se detienen; en silencio se convienen a guardarle allí dormido; y hacen señas no hagan ruido los que están a los que vienen.  20El más viejo se adelanta del grupo inmóvil, y llega a palpar a Santos Vega, moviendo apenas la planta. Una morocha, que encanta  25por su aire suelto y travieso, causa eléctrico embeleso, porque, gentil y bizarra, se aproxima a la guitarra, y en las cuerdas pone un beso.  30Turba entonces el sagrado silencio que a Vega cerca, un jinete que se acerca a la carrera lanzado; retumba el desierto hollado  35por el casco volador, y aunque el grupo, en su estupor, contenerle pretendía, llega, salta, lo desvía, y sacude al payador.  40—21→No bien el rostro sombrío de aquel hombre mudos vieron, horrorizados, sintieron temblar las carnes de frío. Miró en torno con bravío  45y desenvuelto ademán, y dijo: -«Entre los que están no tengo ningún amigo, pero, al fin, para testigo, lo mismo es Pedro que Juan.»  50Alzó Vega la alta frente, y le contempló un instante, enseñando en el semblante cierto hastío indiferente. -«Por fin, -dijo fríamente  55el recién llegado, -estamos juntos los dos, y encontramos la ocasión, que éstos provocan, de saber cómo se chocan las canciones que cantamos.»  60Así diciendo, enseñó una guitarra en sus manos, y en los raigones cercanos preludiando se sentó. Vega entonces sonrió,  65y al volverse al instrumento, la morocha hasta su asiento ya su guitarra traía, con un gesto que decía: «La he besado hace un momento.»  70—22→Juan Sin Ropa (se llamaba Juan Sin Ropa el forastero) comenzó por un ligero dulce acorde que encantaba. Y con voz que modulaba  75blandamente los sonidos, cantó tristes nunca oídos, cantó cielos no escuchados, que llevaban, derramados, la embriaguez a los sentidos.  80Santos Vega oyó suspenso al cantor; y toda inquieta, sintió su alma de poeta como un aleteo inmenso. Luego, en un preludio intenso,  85hirió las cuerdas sonoras, y cantó de las auroras y las tardes pampeanas, endechas americanas más dulces que aquellas horas  90al dar Vega fin al canto, ya una triste noche oscura desplegaba en la llanura las tinieblas de su manto. Juan Sin Ropa se alzó en tanto,  95bajo el árbol se empinó, un verde gajo tocó, y tembló la muchedumbre, porque, echando roja lumbre, aquel gajo se inflamó.  100—23→Chispearon sus miradas, y torciendo el talle esbelto, fue a sentarse, medio envuelto por las rojas llamaradas. ¡Oh, qué voces levantadas  105las que entonces se escucharon! ¡Cuántos ecos despertaron en la Pampa misteriosa, a esa música grandiosa que los vientos se llevaron  110era aquélla esa canción que en el alma sólo vibra, modulada en cada fibra secreta del corazón; el orgullo, la ambición,  115los más íntimos anhelos, los desmayos y los vuelos del espíritu genial, que va, en pos del ideal, como el cóndor a los cielos. 120Era el grifo poderoso del progreso, dado al viento; el solemne llamamiento del combate más glorioso. Era, en medio del reposo  125de la Pampa ayer dormida, la visión ennoblecida del trabajo, antes no honrado; la promesa del arado que abre cauces a la vida.  130—24→Como en mágico espejismo, al compás de ese concierto, mil ciudades el desierto levantaba de sí mismo. Y a la par que en el abismo 135una edad se desmorona, al conjuro, en la ancha zona derramábase la Europa, que sin duda Juan Sin Ropa era la ciencia en persona.  140Oyó Vega embebecido aquel himno prodigioso, e, inclinando el rostro hermoso, dijo: -«Sé que me has vencido.» El semblante humedecido  145por nobles gotas de llanto, volvió a la joven, su encanto, y en los ojos de su amada clavó una larga mirada, y entonó su postrer canto:  150-«Adiós, luz del alma mía, adiós, flor de mis llanuras, manantial de las dulzuras que mi espíritu bebía; adiós, mi única alegría,  155dulce afán de mi existir; Santos Vega se va a hundir en lo inmenso de esos llanos... ¡Lo han vencido! Llegó, hermanos, el momento de morir!»  160—25→Aún sus lágrimas cayeron en la guitarra, copiosas, y las cuerdas temblorosas a cada gota gimieron; pero súbito cundieron  165del gajo ardiente las llamas, y trocado entre las ramas en serpiente, Juan Sin Ropa, arrojó de la alta copa brillante lluvia de escamas,  170Ni aun cenizas en el suelo de Santos Vega quedaron, y los años dispersaron los testigos de aquel duelo; pero un viejo y noble abuelo  175así el cuento terminó: -«Y si ...
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    7 分
  • Episodio 49 - Te Quiero de Mario Benedetti
    2022/11/16
    Audiopoema de Te quiero de Mario Benedetti


    Tus manos son mi caricia
    mis acordes cotidianos
    te quiero porque tus manos
    trabajan por la justicia

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos

    tus ojos son mi conjuro
    contra la mala jornada
    te quiero por tu mirada
    que mira y siembra futuro

    tu boca que es tuya y mía
    tu boca no se equivoca
    te quiero porque tu boca
    sabe gritar rebeldía

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos

    y por tu rostro sincero
    y tu paso vagabundo
    y tu llanto por el mundo
    porque sos pueblo te quiero

    y porque amor no es aureola
    ni cándida moraleja
    y porque somos pareja
    que sabe que no está sola

    te quiero en mi paraíso
    es decir que en mi país
    la gente viva feliz
    aunque no tenga permiso

    si te quiero es porque sos
    mi amor mi cómplice y todo
    y en la calle codo a codo
    somos mucho más que dos.
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    2 分
  • Episodio 48 - Ya toda me entregué De Santa Teresa De Ávila
    2022/11/16
    Audiopoema de Ya toda me entregue de Santa Teresa de Ávila


    Ya toda me entregué y di
    y de tal suerte he trocado,
    que es mi amado para mí,
    y yo soy para mi amado.

    Cuando el dulce cazador
    me tiró y dejó rendida,
    en los brazos del amor
    mi alma quedó caída.

    Y cobrando nueva vida
    de tal manera he trocado
    que es mi amado para mí,
    y yo soy para mi amado.

    Hirióme con una flecha
    enherbolada de amor,
    y mi alma quedo hecha
    una con su Criador,

    ya no quiero otro amor
    pues a mi Dios me he entregado,
    y mi amado es para mí,
    y yo soy para mi amado.
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    1 分